lunes, 21 de febrero de 2011

Pobrecitos


Ahora, que se van nublando las tardes, que la sensación de pesadez aturde los pasos, torpes, inseguros, como al principio... ahora, vuelvo a humedecer la punta de mis dedos para seguir alimentando mis ojos. Menos mal que nunca perdí el apetito.

Rellenar los huecos que aun son utiles, que no se derrumbaron en las caídas, que no se desmembraron con el azote emocional de los vientos, cuando viajar la haciamos mirando a las nubes, que no se cerraron al dejar de comprender; ese es el futuro.

Quién sabe, quién maneja las reglas de esta partida, se ha dado cuenta de que la jugada maestra se le puede volver en su contra - pobrecitos -, y es necesario una hoja de ruta con urgencia. Lo que hasta ayer era un vacío cultural conveniente, hoy es superpoblación.

Se nos está quedando el mundo viejo. Se nos estropea el pensar. No vamos a tener tantas reses, y las que quedan, resulta que las hemos mantenido bóvidas, rumiantes, insulsas, pero eso si, felices.

Claro, ahora se adivina su propia inseguridad - la de los pobrecitos - , quince años les parece ideal para terminar de aterrar al feliz cordero... pronto llegará el final de la cosecha y se han quedado sin simientes...

Es mejor recalzar a los elementos desde temprana edad, informando por su bienestar, que "hemos vivido demasiado bien", exigiendo, por su propia calidad de existencia, un suplemento en el coste del futuro de nuestros hijos.

Aparte de borregos, que siempre pacerán por la vida, nos hacen falta mentes. O en su defecto que las que tenemos en stock, se abarroten, se saturen de saber y conocimiento... - el saber y conocimiento que les parezca a los pobrecitos? - que duren mas, pagando el precio del sacrificio: pensar para vivir a cambio de vivir para pensar...


Yo, no estoy disuesto a seguir su juego, y paso las páginas de su temario obligatorio de reciclaje, sobre sostenibilidad humana en el siglo XXI, mientras ojeo las obras completas, pero ahora prohibidas, de Neruda... y es que alguien tendrá que seguir soñando.

miércoles, 9 de febrero de 2011

... y te digo.


No me queda nada,

después de vaciarme en tus oídos.

Los huecos se rellenan con esperanzas,

anhelos y deseos nuevos.

Pero incomodan sus aristas naturales, salvajes, inadaptadas... republicanas.

Domarlas con paciencia, vertiendo sobre ellas toda mi opinión,

adaptando las razones y sopesando la validez de perder más tiempo en pensarlas...

Acepto el valor del grano, apartando las vainas huecas y volátiles, la paja, que engorda a los bovidos y rumiantes, transformando en ilusión, las ideas.

...y te digo.

Al instante, me agarro al ciclo, que todo lo es, y camino sobre los mismos pasos:

No me queda nada,

después de vaciarme en tus oidos.