viernes, 4 de junio de 2010

Soberbia (los tiene todos)


Abro los ojos al oírle bajar las escaleras que tengo enfrente y noto que me duele todo, por dentro y por fuera.


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Las magulladuras y cortes, como carreteras comarcales en su torso. Bastas extensiones de capilares explosionados distorsionan su perfil inquisidor y poco afable, haciéndole brutal… aterrador.



El eco de su ayer funde sus razones con efluvios y aromas de resaca.


-¡Que se joda! No creo que estrene más trajes, ni gemelos, ni zapatitos de medio sueldo... Hilará más fino cuando se plante ante su Dios, tan arrogante y seductor.


Lo primero que alimentó no fue el buche. Los ojos estaban encendidos. La sangre, hirviendo aún, se hacia paso entre drogas y licores que su deforme cuerpo ya le costaba digerir.


- ¡Que se meta su dinero por el culo!, claro, cuando se le pase el asunto que le deje…No creo que vuelva a caminar recto en mucho tiempo… si es que le tenía que haber dejado allí, con su buena percha, con su elaborado currículum y su despampánate mansión.


Al incorporarse, entre rezos y blasfemias similares, dejando atrás, adormecidas, aletargadas o mas bien repletas de caballo, tres muchachas que no se si sumarian entre ellas los cincuenta, se agarró el rabo, restregándoselo orgulloso – “putas” - y colocando el “armamento” caminando hacia el retrete, en un ejercicio filosófico y terapéutico de reafirmación de sus actos. Mientras meaba se acordó que en una silla del garaje dejo atada a la mujer de su mejor amigo, al que ayer le quitó las ganas de seguir respirando.


No tenia prisa, – “donde coño va a ir” – dibujaba un amago de sonrisa este pensar, en su tez morena y poco agradecida, haciendo mas caso a su estomago que a su reo.


En la cocina, o lugar en donde la mugre no se diferenciaba mucho de los paquetes de comida preparada, arrebato del frigorífico un pack de seis birras, que antes de llegar al garaje pasaron a ser cuatro. Directamente se llevó lo restos de una orgía de kebab que trajo Karím ayer junto a las chicas y una gran pieza de tate de su tierra. Hay quien en su pueblo hace matanza y trae chorizos para la familia; Karím ayuda en el suyo a labores de la cosecha, vamos, como aquí con las uvas y el vino pero allí es el kifi lo que madura por septiembre.


Ya sentado frente a la mujer atada e inconsciente, sacio su sed y calló los pitidos de sus mentones con el resto del pack, mirándola despectivamente, de arriba abajo, deseando ese pastel, pero eran los restos de kebab los que envueltos en sus babas, afloraban entre los dientes y las comisuras de los labios.


- Despierta, Noe – susurro dulcemente en la frente de la mujer, con respeto, con amor, con locura… - Despierta, cariño, ya estamos en casa.


Ella, con al cara ensangrentada y llena de lagrimas secas, se hizo la dormida. El temor dejo de bloquearla cuando se dio por perdida, y ahora se resignaba a morir.


Lo que no comprendía era la actitud tan afable con la que la hablaba… esta loco – pensaba paralizada.


- El no era bueno para ti – dándole por eliminado – os lo dije a ambos el día de vuestra boda, pero claro, os volvisteis a mofar de mis palabras. Os creíais que este pobre “drogas” no hablaba en serio – Balbuceaba mientras el cordero saciaba a dos manos los días en que no entraba ni pizca de alimento, salpicando de ascos las palabras de consuelo que intentaba agrupar. – Además, sabes que eres mía. Te enseñé a vivir, a tener motivos para caminar sin gomas en los brazos… pero claro, “El” siempre lo ha tenido todo. Pues sabes, ahora es mío. “El” tuvo mejor cabeza que yo desde el colegio, pero yo he tenido más… he tenido más… ¡cojones! – grito, manando de entre sus ascos, un ciclo de carcajadas que bien podrían representar a cuarenta ladrones vitoreando a su jefe, como alegoría triunfal sobre “El”, sobre “Ella”… sobre todos.


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Nuevas lágrimas surcando entre marcas de golpes. La conversación no la alentaba, no la animaba a pensar en una muerte rápida.


Cerró los ojos. No notó el paso del tiempo. No escuchó los jadeos de aquel animal en sus oídos. No apreció la delicada voz de ayuda que prorrumpía su alma al dejar al aire, entre jirones de ropa, su desnudez. No notó los desgarros previos al fin. No notó el golpe de gracia, y aún así notó un hilo de luz que apagaba su historia, que apagaba su vida.




Ilustración de inicio por:


Juan Carlos Cardesin


Blog :http://acuarelascardesin.blogspot.com
Galeria http://expogaleria.blogspot.com/



Muchas gracias, Juankar.




miércoles, 2 de junio de 2010

Llegando la tarde


Llegando la tarde, encuentro el momento de parar, de descansar mí que hacer. Es cuando se van muteando paulatinamente los recados, las risas y llantos, los alborotos y las prisas por todas las cotidianidades que establezco para hacerme con el día. Es cuando ya no me queda, cuando intento disfrutarle: el día. Es así como al final de la jornada, pisando con mis planes la próxima, agotado por dentro y por fuera, me examino.
Se que evalúo por debajo de lo normal, pero es que estamos hablando de uno mismo, y se sabe que sueles ser menos indulgente con tus propios actos. Una manera de estar siempre alerta y no relajarme en “hice lo que pude”. Y es que mis deberes son de máxima importancia. No puedo permitirme errar, y lo hago. No puedo permitirme ser parcial, e involuntariamente o quizás por ser defectuoso, humano, dejo sin mirar algunas de las esquinas de mi control, de mis dominios. Este aire que satura la asfixia de la lógica, en el instante que aparece para refrescarme y recordarme quien fui, inunda la caja de mi vida y su contenido, llevándome al engañoso y dulce pasado, cuando eran otros ojos los vigilantes y otras leyes, que todos en aquel redil, acatábamos conscientes de que nuestro pastor, a veces, nos dejaba empaparnos de este mismo aire de libertad, de improvisación y de alimento laico por el conocimiento. Ocurría que lo prohibido en boca de nuestro mentor sonase interesante y que únicamente conocíamos el peligro cuando este dejaba marca o aviso en las rodillas, en la lengua o en la mollera de más de una oveja.
El aire que yo dejo entrar a mi rebaño, susurra en mi alto claves para volver a recordar que fui ovejita perdida, inocente, de mente esponjosa, absorbente y luminosa. Esta corriente pausaba mi autocontrol y mi mecánica actitud, impuesta por el pulso de lo correcto y responsable, dándome el consuelo y convirtiéndose en Prozac para mi consciencia.
Es ahora, cuando la luz se va, llegando la tarde, acariciando mis pupilas con violetas y rojos rosados en el cielo, ese roce tangencial nos regala la belleza de un instante único y constante, cuando se quedan en la mesa, junto a un botellín y un liao, mis males y mis bienes.
Sinceramente, la mesa no es balanza estable y se suelen caer las penas por penas y los actos agradables por las mismas penas, entre la separación de las maderas, como el agua en las manos, quedando lo más gordo, lo más indigerible: el desconsuelo por no saber si lo realizado es completamente justo, para mí y por supuesto para mi rebaño.

Ya casi no hay diferencia entre los colores, llegando la tarde. Los pardos y grises se hacen con todo, con paso lento y seguro, invadiendo silenciosamente esta parte del mundo. Y sigo con la mirada perdida en la mesa, con las mismas cartas y en la misma partida, observando este congojo con dolor de trago, pues se sigue atravesando en mi garganta las palabras, el tono y las formas con las cuales le erigí. Esta presión que no se va entre las maderas de la mesa, que no cabe. –“No tenía que haberlo echo de esa manera”, “no he sido justo”-. El rebaño no funciona cuando me abrigo con prisas. No me dejan tratar a cada una de mis ovejitas a su misma altura racional. No es justo…
Con las lágrimas mojando mis juicios entro en el embudo del auxilio sordo, de las llamadas a mis pastores, a mis principios, en espera de una clave nueva, una pauta o contraseña para descubrir la razón, el porque de estos desconsuelos.
Es cuando recuerdo con más claridad a mis pastores, a sus tardes mermadas de luz y repletas de obligaciones. De sus rostros duros y serios a la par que desencajados y desesperados por terminar la jornada con prisa, pues como yo ahora, antes de que la luz avise al gallo, ya estaban ejecutando el programa de arranque para su redil.
Es curioso, como este encuentro en donde mi mirada no da con realidades, tropiezo con mis recuerdos. Me veo asomándome para localizar de donde provenían esos llantos y esos desconsuelos. Esos rezos y misericordias que manaban de un alma realizada y con costra, pero muy castigada. Desconsuelos por no saber qué ni cómo hacer que el día siguiente llegue a su fin de la manera más correcta. Escondido en mi culpa por que ese gesto o esa palabra que dije, esa actitud que a mi pastor le enloquecía a esas horas de la noche, le atormentaba y no le dejaba descansar. Pensaba con el mismo nudo que tengo hoy en la garganta y aún sin comprenderlo, que era por mi culpa. No soportaba que ese castigo fuese por mi despiste. Por mi no saber hacer, por mi inocencia, por mi condición de cría observadora, por mi egoísmo al disfrutar del aire que el mismo pastor nos regalaba. Ese mismo aire que yo, como guardián de mi redil, dejo pasar cada vez que puedo.

Abro los ojos de ver, pegados en los lagrimales, con dolor en mi espalda por la postura. Es demasiado tarde. Doy el último trago al botellín y me lleno de densidades y nieblas los pulmones. El congojo no esta en la mesa. Escurrió entre las maderas de la mesa, entre las tablas de mis recuerdos. Llegando la tarde, sólo me queda pensar en mañana.

martes, 18 de mayo de 2010

En lo mejor, me dejó.


Estate atento no tengo más tiempo y te tengo que dar mi aliento.
Palabras que creo haberte dibujado ya pero entiendo que hoy te resulten muy grandes.

No te preocupes en exceso, olvídate de lo correcto, esta losa es aplastante y la moral y las normas solo hacen que pese aún más. Lo que está bien y lo que esta mal puede mostrarse turbio pero apreciaras cada uno de sus sabores. El paladar de la intuición todavía es funcional en este cuerpo que te regalo.
Demasiada ansiedad no es buena en ningún aspecto. Para a mirar las veces que sean suficientes para ver, para encontrar lo que buscas. Grita si es preciso aunque considero que no es la solución para que se te oiga, pero que te escuchen si es eso lo que necesitas. Preocúpate de que la sombra te cobije del calor pero nunca del sol. El nos da la vida y el nos la quitará.
Parecerás solo a veces, pero solo es el que está vacío por dentro. Llénate.
No cuentes secretos a quien tenga los oídos llenos de agujeros, no sabrá o no podrá asirlos y retenerlos. Tiende siempre una mirada a tus pasos dados y otra a los que te quedan por dar. Rodéate de alegrías de luces de amaneceres y del mecer del mar. Abrígate con cariños si bien puede que no tengan pulso. Invéntate otros mundos si este no te gusta y aporta soluciones a los problemas, que si no tienen solución, ya no son problemas, serán evidencias. Aprende de las arrugas y frases con telarañas; de los libros con tres patas y del calor de su mirada, el calor de su vida. Que no pare de correr el agua por tu sed y que el aire te traiga el aroma de un nuevo cuento.
Ahora marcho, dame el abrazo que despide nuestra colección de palabras preferidas, de nuestros juegos insípidos. No puedo tener el placer de morir a tu lado. Marcho a otro mundo, a uno de los míos. Este no me ha dicho nada, si acaso tu respirar, el consuelo de que esta partida también removerá mis entrañas, hablarte en mis sueños y buscarte en este largo viaje, ya que uno de mis regalos es que mas tarde volveré.


Gracias por dejarme susurrarte toda mi vida al oído. No olvides ser tu.

Tu niñez.

lunes, 10 de mayo de 2010

Desierto - (tocado por Baco)





(Náufrago)

No recuerdo cuanto tiempo llevo solo… el mar es tan intenso.
No siento vida en mi corazón.
Paseando por mi mente te busco desesperado.
Te noto.
Estas por aquí… estoy contigo, en ti.
Te vi.
Sé lo que es eso, vuelves a correr por mis venas… no entiendo.


(Sed)

Te asomas a mí y te vas.
Dejas una resaca agridulce que me hace desearte aún más.
Solo pienso en tu luz.
Eres media vida en un instante… como un escalofrío.


(Vacilaciones)

Eres un sueño?
Dudo de la realidad.
No por nada, sino por exacta.
Sois hermanos tú y el amor?
Noto todo mi cuerpo encantado, flotando, desesperado, caído y dejado a la corriente de paz…


(Fiebres)

Sé que si me vieses, no sería nítidamente.
Me camuflo bien. Incluso muestro solo parte de todo lo que soy. Rabia. Temor. Serenidad. Fuego frío. Son tantas las sensaciones que tendría que explicarte y estoy tan solo aquí… perdona.


(Auto-diálogos)

- Es que es así de amarga la vida?.
- Quiero algo más para él, sé que estando solo lo mismo me encuentro y consigo darle todo lo que tengo en mi.
- Lo hago por ti.
- Es tan amplia la respuesta a mis preguntas que sería comparable a explicar dos mundos.
- No creo que sea mi forma de expresarte o representarte, pero lo que sale, sale de mí: lo noto exactamente igual que lo digo.


(Entelequia)

En cuanto te noto, te dejo fluir como un arroyo que me parte en dos.
Quizás a oídos de los demás sea algo simple, pero a mí me haces sentir toda la armonía que me rodea.
Cuando me hablas al oído, veo la belleza en todo su esplendor y siento la perfección y la razón de mi posición en el Todo.


(Suspiro y esperanza)

No tengo que recurrir a nada cuando merodeas a mí alrededor.
Se como eres, te pensabas que no te reconocería?
Desde el primer día que te vi supe que eras la salvación de mis inquietudes.
Hallarte me salvaría la vida.
Siempre te buscaré y espero poder mirarte a los ojos hasta que se agote mi lucidez.
Soy tuyo.
Haz conmigo lo que quieras.

martes, 27 de abril de 2010

Siete Palabras.


Yoye, gracias por estar y por darme ánimos constantes.




Antes de abrir los ojos a un nuevo haz de luz, antes de recolocar mi azotea, el instinto me dice que no caí a la cama con toda mi cordura, o por lo menos no fuimos a la par hacia los sueños. Las fotos que retengo son pocas y difusas. La sensación de que no recuerdo mucho, de que lo recuerdo borroso y empapado, ahogado, pienso al instante al notar las graves estocadas que hacen sangrar mis sienes con el paso de los autobuses en el exterior. Antes incluso de notar que no puedo controlar las palabras que se amontonan para formar preguntas, muchas preguntas, como otras veces, solo tengo una respuesta en mi mente: Después de todo, qué podía hacer ya.

Desde aquí, aún aturdido y descolocado por la sorpresa, no recuerdo bien todo lo ocurrido hace unas horas. El lugar de donde vengo, mejor dicho, la circunstancia que vestía mi vida, no dejaba de decirme verdades de esas que se escriben tan grandes, tan presentemente trazadas y remarcadas que no me quedaba espacio para poder ver nada más. Los días no encontraban su fin y mis notas solo eran ejercicios de espera, letras sueltas que jugaban a distraer el tiempo de mis noches, mientras llegara algo sólido, que al tallarlo no se desquebrajase en frases vacías o demasiado castigadas por su uso.
Ayer, estuve más preocupado en perder la conciencia que en retener conversaciones, nombres o caras. Los olores de la habitación donde encontré la solución a mis dudas, aplastaban los matices, difuminando la memoria de lo acontecido en casa de Pablo, - persona, que aprecio bastante, aunque sea el que llena la vida de la fuente que alimentó mis lápices, antes, y que es de los que se agregaron al grupo - donde el absurdo camuflaje de alcohol y otras especias narcotizantes se apartaron por un vendaval de frescura y mutuo instinto en esta vida. Todo era posible de nuevo, incluso salvar el Pensamiento.
Se descubrió el camino que siempre ideé para ir hacia el lugar deseado, hacia un final cierto y golpeado por el paso del tiempo, del aire, de la vida. Ahora veo que los compañeros de viaje, no los escoges, simplemente te acompañan… por fin entiendo.

Quizás fue una idea no tan descabellada el salir de casa al recibir el mensaje de: “quedamos en casa de Pablo. Te sorprenderás”.
Al principio no dude de que mi hermano pretendiera animarme. Mi hermano, Claudio, el que me conoce, el que no comparte sangre conmigo pero quizás sea lo único que no tenemos el uno del otro. El sabe mi situación. Nos hemos desnudado tantas veces el uno por el otro que no queda lugar de mi interior que él no vea, que él no sepa descifrar. La conexión es tal, que pensamos que hay un brazo que une nuestros movimientos. Un lugar donde dejamos nuestras dudas aposta, para luego ir desesperados a mirar, por si nos hemos dejado respuesta a nuestras continuas afirmaciones.

No tenía el precio calculado para mis pasos. De echo hacia meses que no daba un duro por mis palpitaciones. Muté mis ganas de reír y ansiedades por descubrir, en largas horas frente al ventanal, disfrutando, por así decirlo, de la ingravidez de mis sentimientos, la discontinuidad de mis ideas y la falta de ganas por seguir luchando contra mis naufragios emocionales.
Me dejé llevar por eternas lecturas y estudios sobre escritos básicos, de principios mayúsculos sobre los pensamientos humanos, dejando entrar en mi vida la luz mínima para poder ver dos párrafos en el libro que apoyo en la mesa, junto a mi vaso repleto de hielo y cualquier botella de graduación elevada.
Él, Claudio, conocía mi secreto descontento por la ridiculez de mis conclusiones, de que nunca llegaré a admitir que la totalidad de mis actos no deben desgastar mi idea original sobre el siguiente paso a dar. Él sabía de mi bloqueo existencial, de mi desgana por la vida y de mi falta de savia que me hiciese poner en marcha.

Pasé la tarde, y al cuarto traquetear de hielos sobre cristal, advirtiendo a la botella, ridículamente, la sed que tiene este vaso, pues le lleno y le lleno y nunca tiene bastante; enseguida entona su cantinela de: “estoy vacío de nuevo”, “tú sabrás si quieres volver a ser consciente”, me dio por volver a releer el mensaje. Parco comunicado para tan largo tiempo sin cruzar palabras ni miradas entre nosotros.

Las palabras formaban para mí, el último entretenimiento ilustrativo, el tesoro a conservar. Por tanto su uso no debe pasar por delante de mis ojos sin analizarlo constantemente. Tiempo atrás, me obligué a levantar lanzas contra quien no supiera dar lugar a tan majestuoso ejercicio, privilegio de nuestra especie en este mundo: colocar bien las palabras y encontrar el lugar exacto para estas manchitas, que desnudan nuestra alma.
Advertí entonces que la evidencia de suponer que me sorprendería al ir a casa de Pablo, no tenía mucho sentido, y más sabiendo como son esas reuniones. Siempre ocurre algo similar. Nos ponemos al día de nuestras ambiciones, fracasos, recuerdos y nostalgias. Aderezados de canapés ricos en estructuras antiguas, para paladares ya erosionados por el tiempo. Las botellas, caras, el hielo inagotable y las idas y venidas constantes al cenicero comunal, donde aún apoyamos los cilindros que abrieron nuestras mentes, culpables en cierta medida, la más justa posible, de que muchos amigos ya no se sienten junto a nosotros.
Pero esto no me parecía “sorprendente”.
A lo que se refiere la certeza de que esa sorpresa me tocase en la mente, tendría que ser algo que no entre en esa ensalada de impotencias y frustraciones aderezadas con charlas de libros leídos e historias recontadas hasta quedar desgastadas, sin saber cuanto cierto queda ya de esos momentos colectivos.
Esa seguridad, “te sorprenderás”, no está allí puesta para llenar la frase, de eso estoy seguro. Mi hermano ha sabido excitar mi inquietud con tan solo siete palabras.

Cuando abrieron la puerta, Pablo me abrazó efusivamente, como siempre, y después de saludarnos y de hacer sentir que nos respetamos, noté que esta reunión no sería como todas.
- Ven pasa, mira ellos son: Ernesto, Luis, Elvira, Lucas y Teresa, Compañeros de la editorial donde trabaja nuestra… ¡nueva Asesora Jefa! - presentando como en un show televisivo ,a la vez que la giraba sobre si misma, a su queridísima compañera Encarna, mi querida Encarna…
Reconozco que la noticia no sensibilizó mi efusividad al oírla, más bien me adapté como pude a la circunstancia. La duda del enigma, los nervios por buscar la justificación de mi posible sorpresa, y el no encontrar a primera vista a Claudio, bloquearon mis gestos.
Encarna, mi querida Encarna. Sabía que me alegré de corazón, cuando centré la mirada en sus ojos. Ventanas al mundo que describieron con palabras nuevas los detalles de mis sueños más viejos, las mismas que notaron, como esperándola, mi agitación por encontrar, por localizar mi presa, mi sorpresa.

Nos abrazamos.

- Cada vez usas camisas más grandes.- mascullé mientras nos dábamos dos besos, llenaba mi alma y notaba que la herida se abría.
- Si, esta vida no para de sorprenderme. –dijo, apartándome del resto sutilmente, comprobando que seguía poseyendo la facultad de amansar mis fieras. - ¿Y tú?, ¿como llevas tus trazos?
- Soportándome, y creo que es bastante.

Qué gratificante recuperar el aroma de Encarna. Conocedora de mis miradas y partícipe de mis conclusiones. Lo que pudo ser, por mi ceguera, y lo que es, gracias a su forma de abrirme los ojos. Capaz de hundirme por mi absurdo pensar de que su línea se ligaría con mis trazos el resto de mis días y capaz de darme las ganas de seguir adelante por la misma razón.
Y todo fue, quitando el nombramiento de Encarna en su editorial, como había calculado. La tarde transcurrió y mi hermano no apareció, lo que me preocupó y alimento mi ansiedad a la par que mi sed. Trasladé definitivamente mi cuartel desde la ventana a la mesita de las bebidas. No tenía sentido tanta distancia. Además la luz que entraba por mis ojos se limitaba casi a la distancia de un brazo.
- No creo que lo que estás esperando se encuentre al final de esa botella que tanto te cuesta soltar. – Oí, mientras que la botella que acababa de soltar sobre la mesita desaparecía rápidamente fuera del alcance de mi vista.
Giré mis sentidos para dar imagen a esa voz.
- La búsqueda, a veces, encuentra su sentido en el como la hagas. Un puzzle siempre es mas divertido hacerlo, que mirarlo después de resuelto.
- Siempre y cuando no hayas escondido la última pieza, lo cual te hace jugar con ventaja controlando su final.
Se bebió su copa de un trago y mientras empapaba de nuevo sus hielos, dejó escapar el principio de mi alivio.
- Él me hizo venir también a mí.
-¿Quién?, ¿a qué te refieres?
- Claudio.
- No entiendo… Teresa, ¿verdad? ... no se de que me hablas y no se por que nombras a mi hermano.
Será tanto humo aquí o el fluir de la sangre, que se turbia cada vez más envenenada. Se cayeron las piezas al suelo, se callaron mis preguntas. La intuición no dejaba de marcarme este camino. Toda mi búsqueda se diluyó, despertando alegremente un sin fin de respuestas.
- Me avisó, escuetamente, de que encontraría el equilibrio de mis pasos (esta conclusión tomaba cada vez más peso, analizando el mensaje y la situación) -dije empezando a disfrutar de la conversación.
Hablamos, lentamente, mientras mirábamos los vasos, como haciendo ver nuestra incomodidad del lugar, ligando a Claudio como al celestino culpable de la misma.
Noté que sus palabras eran las justas. Precisas y bien colocadas.
- ¿También te ha sacado de casa? – Pregunté, afirmando, pues ya era seguro que nuestro encuentro no era casual.
- Comentó algo sobre el alimento de mis miradas. – dijo mientras sus ojos caminaban entre el vaso y Encarna, como buscándola, como echándola de menos.
- ¿Pintas?
- Coloco luces y colores que veo mientras escucho o leo historias… diría yo. A veces, a la gente que me quiere le da por decir que son cuadros. Tú eres escritor, verdad. Encarna me ha hablado mucho de ti.
- Bueno… me gusta colocar las manchitas negras dando sentido a imágenes y luces que retengo de mis sueños. - ironicé usando sus formas -… ¿Encarna?
- Fuimos grandes amigas en la Facultad… Se puede decir que nos conocíamos en profundidad.

Me empecé a incorporar haciendo notar mi atención. La charla fue bastante más intima de lo que yo esperaba sobre Encarna, Claudio y el transcurso atropellado de su vida, desde los tiempos de la facultad hasta la tarde de hoy.
Ya, el alcohol, dejaba pasar el alineo de un cigarrito tras otro, alguno lleno de sueños. El diálogo se hacía tan denso como el humo que escapaba por sus labios.
Me hablaba de amor y desamor dando a esta sustantividad una descripción lineal y sincera. Eran palabras minúsculas pero rellenas al máximo de todo su sentido.
Ella también había amado a Encarna y a Claudio. Tanto o más que yo. Y esta entrega la dejó vacía… tanto o más que a mi. Que rellenaba sus huecos con largas tardes de vino y tempera… que no encontraba nada más que pintar pues ninguna historia la llegaba, como antes, cuando la mano y su pincel no conocían el desaliento de la frustración, cuando unas palabras con Claudio podían desnudarla sin sentir vergüenza, cuando una mirada de Encarna era capaz de colocar toda la oleada de pensamientos ilógicos que, también atormentaban su testa, tanto o más que a mí.
Echaba en falta lo entregado y lo recibido de aquella amistad. Tanto como yo lo hacia, de manera constante y enfermiza. Necesitábamos de ellos… les dimos todo nuestro interior nuestro frasco de esencia, que, aletargadamente hemos dejado escapar al pasar el aplastante juicio del tiempo, y no hemos sabido despejar de nuestro camino haciendo creer a nuestra cabeza que la utopía sería posible.

Recuerdo que nos fuimos juntos de la reunión y prometimos, cosa extraña en mí, volver a casa de Pablo y Encarna para retomar de una vez por todas, nuestra vida social.

Recuerdo poco del resto. Quizás matizar que no me pude separar de Teresa en toda la noche. Su conversación selectiva daba en el clavo constantemente... Alimentaba mi esperanza de haber encontrado el equilibrio de mis impulsos. Creo que distraje alguno de mis monstruos para alimentar a otros. Oía palabras que guardé entre los cabellos de Encarna, mientras la amaba locamente a la luz del amanecer, en el refugio de montaña, cuando el sexo era circunstancia del final de una gran noche de palabras y tinta.
Veía los gestos de Claudio cuando me regañaba, cuando me despedía de su casa después de entregarnos, maldiciendo tanta indecisión en mis palabras, tanta falta de sangre a la hora de afrontar el paso del tiempo, y como me hacia ver que no hay futuro sin presente, que el presente le tendría siempre ante mis ojos, dependiendo de mí el siguiente movimiento.
Leí en Teresa todos los textos que se fueron de mi mente, en las largas noches donde ahogaba mis voces engañándome, enturbiando los recuerdos, para poder sobrellevar mi supervivencia. Poco a poco descubrí que podía verme en el desden de Teresa, en sus conclusiones, en sus afirmaciones, en sus preguntas sin respuesta – lo que alimentaba mi avaricia descriptiva - en su simple desnudez que ahora reposa sobre mi cama y me hace escribir, sin poder coger aliento, sin poder dejar de mirarla.

“Después de todo, qué podía hacer ya.”

Cuando te desnudas, corres el peligro de no poder esconder mucho, de que lo que tapas, es imaginable, que puedes hacer llegar a conclusiones certeras a ojos que saben mirarte, a oídos que saben escucharte. Y lo aceptas. Y lo apruebas. Quizás por eso te desnudas, por que necesitas que tus secretos se desvelen. Así que no encuentro ninguna porción de traición sentimental de Claudio hacia mí, por llegar a manejar mi capacidad de aislamiento, convulsionando el estancamiento de mis impulsos con su plan de enlazar nuestras vidas. Nunca lo hablamos pero se que sabía. Sabía de mi miedo a la soledad, a la falta de capacidad por sentir. Sabía que mi persona no puede flotar, que todos mis pensamientos, pesados por constantes y absolutos, no dejan que siga esta corriente. Sabía que sin el apoyo de Encarna (después de tanto tiempo, conocía que el dolor sigue agarrado en mi pecho), y como adivino hoy, sin el suyo, Teresa me salvaría y que por ende la salvaría también a ella.

Puedo llegar a adivinar que las siete palabras de Claudio, cobijaban el veneno del conocimiento certero de mi alma y de la de Teresa.

Ahora cuando repaso estas líneas, observo la orgía de colores que se encuentran por la habitación, trazos en cuartillas, en revistas y en portadas de mis peores discos, y como tienen sentido todas las palabras de una pila de folios escritos que, ojeando a simple vista, parecen estar escritos con rapidez, como si se fuesen a escapar las ideas…

Entiendo que en una sola noche hemos sido capaces de descargar dos almas repletas, dos complejos sentimientos que estaban unidos, tiempo atrás, por las mismas personas que nos separaban.

Quizás mi sorpresa es que encontré parte de mi en Teresa, y que ella recuperó el alimento para sus cuadros en el verdadero amo de las palabras que escuchó de los labios de Encarna, mis palabras.

miércoles, 21 de abril de 2010

Es así mujer.



Ya lo sé; marchaste cortando el agua en dos.
Cuchilla que abre camino
dejando tras de sí burbujas amargas de un adiós.
Ya sé que es así y aquí quedaré.

Con esperanza de volverte a tener, entre mi piel
haciendo vivos tantos sueños, tardes sin palabras,
aires, susurros de grandes hazañas por ti narradas,
con deseos ciegos de no ver nada más que tu mirada.

Aun resuena el cuerno de partida y ya pasó una eternidad,
y la costumbre se me inquieta, se me quiere marchar.
Calientes están mis sabanas, que amarro, que desgasto,
buscándote en mil pliegues, suspirando.
­­­ ……..

El olor salado de este otoño, otra vez más entre tus fotos.

- - “ Es así mujer, no pierdas la fe del que espera,
más si administras tu deseo, tendrás ganado el cielo que te entrega.

La dama de tus sueños no está, ni tu príncipe es su dueño…
Su patria es la mar.

Me has robado mil momentos,
te llevaste mi consuelo, y ahora espero
volverte a oír
contarme cuentos.
……..

Ya se paran los vientos, las olas vienen mansas,
haciendo cama, parando el alma…
Es el tiempo de cambiar la cara, de olvidar las noches
que por él llorabas. Dando tiempo, dando nada.

Y la templanza ya no calma ni mi ser, ni mi mirada
al ver entrar en la cala, la nave que lleva tu calma.
La ilusión por ti guardada te busca entre ansia y añoranza,
y vuelve a sonar el cuerno, pero ahora anuncia llegada.

Más esas velas… no están donde estaban,
reseña de que dentro alguien tumbado entraba.
Ya no hay motivo de seguir plantadas,
corren todas, hasta las más pausadas.

Por qué me quedé plantada?
en el mismo sitio que te vi partir, que te vi mirar.
Por qué me dice el aire sincero lo que tan mal me suena?
en el mismo sitio que te vi reír, y me diste tus labios al marchar.


Todo se cerró en torno a mis ojos
y solo vi que tú no estabas.
Y estos ojos, ciegos ahora, llenos de lágrimas
admitieron al fin que tu alma viva, entre ellos no estaba.
……..

El olor fresco de este verano, otra vez más entre nosotros.

- - Es así mujer, la mar nos marca el alba,
más si puedes contener tu rabia, tendrás el cielo que te regalaba.

La dama de tus sueños no está, ni tu príncipe es su dueño…
su patria es la mar.

Me has robado mil momentos.
Te llevaste mi consuelo, y ahora ya no espero
nada más que
contar cuentos.

viernes, 9 de abril de 2010

Tranquilo, no te asustes.


Gracias, Delirio.

Tranquilo, no te asustes.


- Respira, respira,
- ¡ahhhh!, ¡no puedo mas! – soplaba como una locomotora.
- venga, estas haciéndolo muy bien corazón. – dijo su compañero, temblando, intentando ayudar.
En la habitación existe una mezcla de olores y sensaciones, que junto a su posición agarrotada, el padre llega a colapsar su mente, sabiendo que algo maravilloso y mágico ocurriría delante de sus ojos, si no se desmaya antes claro.
- Vamos a empujar un poco más vale? – plantea con seguridad la comadrona.
- ahh…..uhmmmm
- Aguanta aguanta…
- Uhmmmmm…
- Un poco más...
Un segundo de silencio que pareció eterno. Mientras, Maria se dejaba los restos contorsionando su cansado cuerpo encima del potro…

…la maravilla de la vida se asomaba delante de ellos.

Todo es perfecto. El llanto de la criatura hace que las lágrimas broten como chispas de los ojos de sus padres.

Después, cuando todos descansaban… como un susurro, como una brisa, tocó las manitas del bebe, para unirse a el eternamente.

Hola.
Tranquilo, no te asustes.
Soy amigo.

Es la primera vez que me oyes. Tengo muchas cosas que contarte. Ahora eres muy pequeño y no retendrás esta conversación, pero iré dejando grandes marcas en el camino que refresquen todos los detalles, todas las pistas para que me puedas localizar.
Llenaré tu interior y convertiré tu pulso en parte de mi caminar. Alegraré las tristezas que te rodeen. Adornaré la realidad preciosa que aún existe y borraré de tus pupilas imágenes que dañan los muros del alma más blindada, dando paso a caminos por donde huirás, por donde aprenderás a ver un mar infinito de opciones, creando a antojo propio, tu mundo… tus otros mundos.
Empieza hoy un acuerdo, un contrato vital, que su rúbrica no dependerá de tu voluntad, pues va ligado a tu propia idiosincrasia.
A veces no me tendrás cerca por que la niebla de la consciencia, de la realidad aplastante y absoluta, rozará hiriendo, con seguridad, algún otro de tus grandes pilares, de tus grandes valores, de tus debilidades pues como humano eres vulnerable e imperfecto.




Aprenderás a buscarme, a llamarme en tus momentos de soledad. Siempre estaré al final de tus ansias, junto a tus preguntas, del lado de las respuestas ilógicas, de los colores imposibles. En definitiva: me encontraras agarrando el lado más inverosímil de tus pensamientos y colocando uno tras otro, uno encima de otro, todos los elementos para que tu capacidad de imaginar este viva y alerta, incluso arriesgándome a no ser solicitado nunca y dando estas palabras por perdidas.

Te puedo prometer todo lo que seas capaz de imaginar. Te daré lo que tus ojos no pueden ver cuando lo hacen hacia fuera y practicaremos el camino a esta suculenta despensa llena de ambrosías incalculables que poseo, la de la parte de dentro de tus ojos, para que entres y salgas a tu antojo.
Compartiremos en la distancia y en el tiempo, sin darnos cuenta, nuestros argumentos con otras pupilas que son o que fueron. E incluso aprenderás que las lagrimas no caen a tus pies solo por tristeza o por dolor, emoción o alegría; pueden brotar por comprender en tu pecho lo que la cabeza se niega, y consigues por el uso, que esta, tu cabeza, te deje jugar conmigo, cuando no la molestas, en la parte de atrás, con esas “tontunas”. Bases absurdas estas “tontunas” que intentan aplastar por la fuerza de sus propias ambiciones, seres minúsculos que gobiernan y gobernarán nuestras vidas… mentes amplias pero huecas, incapaces de tener en cuenta las voces de otros y aprovechando para sí las capacidades de todo un pueblo.
Saldré de tu lado en cualquier discusión que enriquezca o que alimente tu gana connatural de aprender… de conocer.
Puede que a veces no tenga sitio en la mesa de tu día a día, lo sé y permaneceré aletargado por largas temporadas. Incluso admitiré que te puedas alimentar de las palabras de otros como yo. Pero has de saber que tendrá que ser de mi agrado, no pudiendo ser de otra manera, y que distraeré y enriqueceré tu caminar cuando parezca que andas perdido.

Hola.
Tranquilo, no te asustes.
Soy amigo.
Soy todos tus sueños.