jueves, 13 de enero de 2011

El uso


Todo va tan lento,

cuando apremia el uso

de este camino inmenso,

que me lleva a tu cuento...



Al pensar,

que a veces pienso,

que paso dar

sin montar en otros pies

de mar,

de lunas tristes.





Pues la senda que borras

al pasar - lleno de solos está el mundo -

se vuelve a trazar,

al notar la presencia

del buscar.




Aveces, es más la fuga que el marchar,

el beber que la bebida,

el vivir que la propia vida,

el paseo perdido que el caminar.




Todo va tan lento

al ver la prisa de este uso,

del andar eterno, entre hueso y hueso,

versar un verso,

dentro de tu cuento.



viernes, 26 de noviembre de 2010

EL blues del talento.



Se paró al lado de un verso,


tuve tiempo al beber


que me tragaba el tiempo:


una luz entre humo denso.



No hubo pulso.


No hubo silencio.



...y, ahí estaba yo


sentado junto al Sr. Tiempo,


pintamos un blues,


el blues del talento.



...y, decía algo así como


que no nos queda tiempo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Carmela - la nueva



En el autobús que retorna al centro de rehabilitación:




Mi cara pegada al cristal, empapada en lágrimas, intentando recordar porque lloro, que hago aquí. El reflejo de mi ser en el cristal me deja desnuda frente al otro lado. La gente corre alarmada. Un cuerpo, tan desnudo como mis pensamientos, que esto si estoy segura, no soy yo, está en el suelo, justo al lado derecho de la entrada del mismo edificio de donde salen. Parece agusto, el cuerpo, desnudo, sangrante pero plácido y sereno. Como satisfecho.


Limpio las mejillas entre el alboroto de los demás ocupantes. unos gritan asustados, horrorizados. Otros, sin embargo, enrojecen de tantas carcajadas, encolerizados saltan en los asientos. Los hombres que cercioran que la postura del caído es final, definitiva, se avalanchan con cintos y muchas prisas hacia el autobús. Amenazan, obligan y asustan. La confusión me hacer cerrar los ojos.


Apenas escucho nada inteligible. Vuelvo a sentir calambres en mis sienes. Pasa el tiempo. Largo tiempo...




Mi cara chorreando hasta el cuello de la blusa, azul celeste, parecía recién hecha. Aseguro mi existencia al comprobar que el reflejo del cristal obedece a mis impulsos. Noto latente el alboroto de los ocupantes del autobús. Como si hubiese ocurrido algo. Veo a gente llorando con las manos en la cara, tan pegadas, que otros, con bata, intentan separarlas mientras otras batas hacen callar con sus propias manos las carcajadas frenéticas de otras gentes que golpean fuertemente los cristales.


Vuelvo a notar la humedad en el cuello. Mi preciosa blusa azul celeste cambia hacia tonos oscuros junto al borde, donde mueren mis lágrimas, donde un cordel de seda negro rodea mi garganta, sujetando un cartel de cartulina plastificada con varias letras coloreadas.




- Y tú, ¿quien eres? - me habla una bata nerviosa que cubre a un hombre fornido.


- Es de los nuevos - comenta, entre el bullicio, un señor con traje y gorra, desde la parte anterior del autobús.


- Carmela, pone en este letrero. - dije, con tanto miedo, que noté que los labios temblaban. Era la primera vez que entoné mi nombre al aire.




La bata corpulenta que me preguntó se acerco amenazadoramente nerviosa hacia mi, asiéndome de la mano con celeridad.




Calambres en mis sienes. Pasa el tiempo. Largo tiempo...




lunes, 8 de noviembre de 2010

Lo mejor de lo peor.


Lo mejor de lo peor

es saber que puedes volver

a llenar de luz y color

otro anochecer,

y mecer mi voz

donde el silencio es valor.


Se que las curvas son

posibles, cuando estás en mí,

dando cierre y alterando la verdad

arrimando el ascua a tu festín.


Ya no es lo mismo

pasear por el jardín,

ahora busco tu mano al caminar

y me agarro a tu no estar.


Restos de tu pasar y mi pensar

dibujan recuerdos a mano alzada...

Aun me duelen tus pasos.

Aun me escuece tu abrazo.


Y es que es difícil pensar,

siendo fuerte y calcular...

ya no habrá más cruces

donde todo era mar.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Sin red.


Nací en una tarde...


cer,


no contaste con mirar.


No hubo sonrisas en mi partir


en dos mi corazón.


Cansados dos cuerpos por el dolor,


el viejo, un mes de no estar...


Decidí tirarme al mundo


sin red.

viernes, 22 de octubre de 2010

No me apeteces.


No me apetece hablar de lo de ayer,

aunque no me he visto en otra.

Los tiempos de límites, de tabú y de incertidumbre,

pasaron.





La confusión de olores, de sabores de carnes y fluidos;

de posiciones imposibles y gozosamente indescriptibles,

imposibles,

llegaron hacerme aborrecer hasta tu aliento.




No me apetece hablar de lo de ayer,

aunque cierto es que tu mesa rebosaba

sin importarme las migajas que otros,

como córvidos esperan;

otros engordan al ver que caen al suelo

y luego enjuicio vilmente:


"si no es para mi, para nadie".




No me importa ni su hambre,

ni su pena,

ni su vida.




No me apetece hablar de lo de ayer,

sabiendo que la bolsa siempre ha de estar saturada

e inutilmente satisfecha,

y entristezco con los ojos en llamas por lo que no pudo llegar a mi,

aunque tanto abracé, tanto guardé, que no recuerdo ni el contenido

de tan ansioso y ansiado botín.

Tenía que ser para mí,

no sea que tú o el ser absurdo en la sombra, que estaba a tu lado, me lo birlase


No me apetece habalar de lo de ayer,

ni decirte que tus andares,

ni que tus pareceres y pensares,

me aburren.

Tocando todos los palos mejorando todas las marcas.

Tus ropas, tus adornos y burlas: "las mejores";

tus pedos: "los mas olorosos", "los más ganadores".

Pero fui yo el que puso fin a tanto desfile,

colocando mi enorme culo en primer plano.


Ahora cuéntame lo de tus pedos...






No me apetece ni tan siquiera destrozar tus sueños de cristal;

dejarte a ras de suelo y pasear descalzo sobre tu lomada,

envenenada por tus placeres caros.

No tendríamos urgencias suficientes para reconocerte,

ni paisanos de blanco y cruz roja

para que unan todos mis golpes,

para volver a parirte.


No me apetece hablar,

ni pensar en ayer,

aunque sé que soy y así lo volveré hacer

en cuanto te des la vuelta,

en cuanto termine de escribirte.




Aún así, si me llamas, iré, aunque no me apeteces.






lunes, 18 de octubre de 2010

Martín - Habitación 415



Entre la consciencia y la incosnciencia.

Ayer me costó conciliar el sueño. No hacía nada más que mezclar la realidad con las pesadillas de siempre. Menos mal que Lourdes me preparó una tila, hicimos el amor intensamente y caí postrado a los pies de Morfeo.

La realidad.

Por fín vuelvo a notar las piernas sin temblores. El aliento retorna a su normalidad. Esos dolores del pecho, de rotura del alma (ahora lo llaman ansiedad residual) se fueron con los aires de principios de otoño.
Cojo fuerzas, creo que no tengo las vendas ni las cintas.
Aprovecharé que me están lavando pues noto que a mi cuerpo sólo le tapan las vergüenzas que los demás ven en mí.

Estoy en pelotas, en cueros, desnudo y desprotegido.

Cojo los ánimos que tiré tiempo atrás por los suelos y abro los ojos.
¡Joder, sigo sin ser yo! Donde cojones me habrán guardado, que estarán haciendo con mis pellejos... malditos humanos.

Oigo ruido en el pasillo pero esta vez les joderé yo. Les voy a destrozar este cuerpo que me obligan a vestir... a la mierda con ellos.

El drama o el alivio.

(Desde el pasillo)

- ¿Qué ha sido eso?
- ¿No me jodas que nos hemos ido a por un café y no le hemos vuelto a atar?
- ¡Corre que este cabrón nos da el lunes!

Entraron y vieron el cristal roto.

Mas abajo en la calle, justo en el lateral derecho de la entrada del sanatorio, yacía un cuerpo destrozado y plegado de forma imposible por la caída desde la cuarta planta, justo cuando entraba el autobus de los enfermos con permiso, para la adaptación después del tratamiento, de este pasado fín de semana... Todos gritaban, todos corrían. Los celadores, enfermeros y bedeles no daban con las prioridades.

Todo se dió la vuelta este lunes 18 de octubre de 2025 en este sanatorio de maxima eficacia recuperativa.

El escozor.

Martín, El interno que llevaba media vida encerrado por un shock al perderlo todo en la vida al enterarse que su empresa quebró, que su mujer se acostaba con su socio, que sus hijos, la chica y el chico, siguen sin perdonarle por dedicarse a trabajar para darles todos sus caprichos. Aquel que entró con el cuerpo lleno de cortes, gritando que le devolviesen su verdadero cuerpo, que ese no era el suyo. Aquel que se negó a abrir los ojos, a alimentarse por si mismo y que no habló en 15 años.

El consuelo.

Cuando le taparon después de certificar su muerte, seguía con los ojos cerrados, con lágrimas por la cara y sonriendo.