viernes, 22 de octubre de 2010

No me apeteces.


No me apetece hablar de lo de ayer,

aunque no me he visto en otra.

Los tiempos de límites, de tabú y de incertidumbre,

pasaron.





La confusión de olores, de sabores de carnes y fluidos;

de posiciones imposibles y gozosamente indescriptibles,

imposibles,

llegaron hacerme aborrecer hasta tu aliento.




No me apetece hablar de lo de ayer,

aunque cierto es que tu mesa rebosaba

sin importarme las migajas que otros,

como córvidos esperan;

otros engordan al ver que caen al suelo

y luego enjuicio vilmente:


"si no es para mi, para nadie".




No me importa ni su hambre,

ni su pena,

ni su vida.




No me apetece hablar de lo de ayer,

sabiendo que la bolsa siempre ha de estar saturada

e inutilmente satisfecha,

y entristezco con los ojos en llamas por lo que no pudo llegar a mi,

aunque tanto abracé, tanto guardé, que no recuerdo ni el contenido

de tan ansioso y ansiado botín.

Tenía que ser para mí,

no sea que tú o el ser absurdo en la sombra, que estaba a tu lado, me lo birlase


No me apetece habalar de lo de ayer,

ni decirte que tus andares,

ni que tus pareceres y pensares,

me aburren.

Tocando todos los palos mejorando todas las marcas.

Tus ropas, tus adornos y burlas: "las mejores";

tus pedos: "los mas olorosos", "los más ganadores".

Pero fui yo el que puso fin a tanto desfile,

colocando mi enorme culo en primer plano.


Ahora cuéntame lo de tus pedos...






No me apetece ni tan siquiera destrozar tus sueños de cristal;

dejarte a ras de suelo y pasear descalzo sobre tu lomada,

envenenada por tus placeres caros.

No tendríamos urgencias suficientes para reconocerte,

ni paisanos de blanco y cruz roja

para que unan todos mis golpes,

para volver a parirte.


No me apetece hablar,

ni pensar en ayer,

aunque sé que soy y así lo volveré hacer

en cuanto te des la vuelta,

en cuanto termine de escribirte.




Aún así, si me llamas, iré, aunque no me apeteces.






lunes, 18 de octubre de 2010

Martín - Habitación 415



Entre la consciencia y la incosnciencia.

Ayer me costó conciliar el sueño. No hacía nada más que mezclar la realidad con las pesadillas de siempre. Menos mal que Lourdes me preparó una tila, hicimos el amor intensamente y caí postrado a los pies de Morfeo.

La realidad.

Por fín vuelvo a notar las piernas sin temblores. El aliento retorna a su normalidad. Esos dolores del pecho, de rotura del alma (ahora lo llaman ansiedad residual) se fueron con los aires de principios de otoño.
Cojo fuerzas, creo que no tengo las vendas ni las cintas.
Aprovecharé que me están lavando pues noto que a mi cuerpo sólo le tapan las vergüenzas que los demás ven en mí.

Estoy en pelotas, en cueros, desnudo y desprotegido.

Cojo los ánimos que tiré tiempo atrás por los suelos y abro los ojos.
¡Joder, sigo sin ser yo! Donde cojones me habrán guardado, que estarán haciendo con mis pellejos... malditos humanos.

Oigo ruido en el pasillo pero esta vez les joderé yo. Les voy a destrozar este cuerpo que me obligan a vestir... a la mierda con ellos.

El drama o el alivio.

(Desde el pasillo)

- ¿Qué ha sido eso?
- ¿No me jodas que nos hemos ido a por un café y no le hemos vuelto a atar?
- ¡Corre que este cabrón nos da el lunes!

Entraron y vieron el cristal roto.

Mas abajo en la calle, justo en el lateral derecho de la entrada del sanatorio, yacía un cuerpo destrozado y plegado de forma imposible por la caída desde la cuarta planta, justo cuando entraba el autobus de los enfermos con permiso, para la adaptación después del tratamiento, de este pasado fín de semana... Todos gritaban, todos corrían. Los celadores, enfermeros y bedeles no daban con las prioridades.

Todo se dió la vuelta este lunes 18 de octubre de 2025 en este sanatorio de maxima eficacia recuperativa.

El escozor.

Martín, El interno que llevaba media vida encerrado por un shock al perderlo todo en la vida al enterarse que su empresa quebró, que su mujer se acostaba con su socio, que sus hijos, la chica y el chico, siguen sin perdonarle por dedicarse a trabajar para darles todos sus caprichos. Aquel que entró con el cuerpo lleno de cortes, gritando que le devolviesen su verdadero cuerpo, que ese no era el suyo. Aquel que se negó a abrir los ojos, a alimentarse por si mismo y que no habló en 15 años.

El consuelo.

Cuando le taparon después de certificar su muerte, seguía con los ojos cerrados, con lágrimas por la cara y sonriendo.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Soberbia. (Los tiene todos). - Delirio 7 - 7 Pecados







Publicacion de Delirio 7
Esta vez Delirio nos ofrece para gozo y disfrute una apasionante publicación sobre los 7 pecados capitales.

Un placer volver a encontrarme entre estas páginas.


Este es su link: http://issuu.com/augusta/docs/delirio7pecados

A pecar.






martes, 24 de agosto de 2010

Ya estoy... ya soy


Me llamaste. Reclamaste mi existencia a base de pensarme, de tu solitaria existencia, rodeado de iguales, solos, juntos, desesperados y desesperanzados

… un borbotón de aire fue lo primero que sentí.

Ya estoy… ya soy.

Incapaz de imaginar lo que me espera.
Lo demás aún no se dibuja, no se trazar, no encuentro mis otras partes.
Me acostumbro a este nuevo medio, menos tubular, menos denso.
Disfrutaba de mis sensaciones inundadas y ahora es el aire el que me cuenta cosas, el que me indica el pulso y el paso.
Planteo con valentía mi batalla y alimento mi cuerpo por la boca que nunca se abre, rozando por la parte de fuera mi pasado, tragando sus escudos e inventando, acumulando fuerzas y corajes… empiezo a sentir el exterior como mi camino, como mi final.

Ya estoy… ya soy.

En mi pequeña consciencia temporal asimilo que tengo que hacer algo, que no es casualidad, que la luz que me regala estas sensaciones prestan ánimos a mis ganas… sin duda me siento capaz de continuar algo que deje sin terminar en otro tiempo.
Me digo: “tranquilo, toma nota y teje la tela de esta vida; fuerte, voluble y con el envés aterciopelado, para cuando te tengas que cubrir con ella”
Lo se, esta vida que me imagino es la que cubrirá mi piel fría cuando retorne a la luz y deje todo el aire para vosotros.

Ya estoy… ya soy.

Ahora espero poder organizar todas estas sensaciones y poder explicarlas, dejándome pistas y marcas, legado de voluntades y principios básicos, no sea que me toque volver a retomar lo que parece que no me dará tiempo a terminar.
Los ecos de empeños de mi respirar hacia otras vidas, de otros pulsos, me susurran la capacidad involuntaria de prometerme, de regalarme a otros cuerpos, a otras vidas… pero en esta que empiezo no puedo perderme en humanidades de esta índole. No en esta. Que más quisiera yo que poder volver a nacer para prestarme a mis compromisos, tantas veces como prometí, pero el momento que respiro ahora, me ocupa en acumular sensaciones. Se escurren muy deprisa en mi cabeza, que sé que no está creada para esta labor, aunque me empeñe en darle este uso.
Los mismos susurros que me animan me desalientan con la realidad, con el paso del que atormenta la condición del humano, a mi cuerpo, lerdo y mal diseñado… aún no comprenden que simplemente se desgasta.
Así pues os iré dejando muestras para que, al contarlas entre vosotros, para que en canciones escritas entre percepciones asimétricas, las volvamos a escuchar, para que en vuestros cuadros, de colores por crear, las podamos volver a imaginar.

Tranquilos, ya estoy… ya soy.

lunes, 5 de julio de 2010

ImaginArte


Jugué a imaginar, sin red, como si supiese...


Tanta energía dando formas, olores y sentidos me dejó exhausto, vacío.

La obsesión por hacer real una imagen trastocó la percepción de la realidad hasta confundir las luces.

Mis ojos apenas pierden tiempo en parpadear y las lágrimas no consuelan mis visiones.


Y pasa el tiempo.


Lento.


Ahora, los recuerdos se prestan a engañarme y ya no sé donde deje de inventar para asegurar la certeza de mi locura.


Y pasa el tiempo.


Lento.


La confusión se muestra aterradora.


Ahora, me da miedo dejar de imaginarte, por si resulta que eres real.

viernes, 4 de junio de 2010

Soberbia (los tiene todos)


Abro los ojos al oírle bajar las escaleras que tengo enfrente y noto que me duele todo, por dentro y por fuera.


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Las magulladuras y cortes, como carreteras comarcales en su torso. Bastas extensiones de capilares explosionados distorsionan su perfil inquisidor y poco afable, haciéndole brutal… aterrador.



El eco de su ayer funde sus razones con efluvios y aromas de resaca.


-¡Que se joda! No creo que estrene más trajes, ni gemelos, ni zapatitos de medio sueldo... Hilará más fino cuando se plante ante su Dios, tan arrogante y seductor.


Lo primero que alimentó no fue el buche. Los ojos estaban encendidos. La sangre, hirviendo aún, se hacia paso entre drogas y licores que su deforme cuerpo ya le costaba digerir.


- ¡Que se meta su dinero por el culo!, claro, cuando se le pase el asunto que le deje…No creo que vuelva a caminar recto en mucho tiempo… si es que le tenía que haber dejado allí, con su buena percha, con su elaborado currículum y su despampánate mansión.


Al incorporarse, entre rezos y blasfemias similares, dejando atrás, adormecidas, aletargadas o mas bien repletas de caballo, tres muchachas que no se si sumarian entre ellas los cincuenta, se agarró el rabo, restregándoselo orgulloso – “putas” - y colocando el “armamento” caminando hacia el retrete, en un ejercicio filosófico y terapéutico de reafirmación de sus actos. Mientras meaba se acordó que en una silla del garaje dejo atada a la mujer de su mejor amigo, al que ayer le quitó las ganas de seguir respirando.


No tenia prisa, – “donde coño va a ir” – dibujaba un amago de sonrisa este pensar, en su tez morena y poco agradecida, haciendo mas caso a su estomago que a su reo.


En la cocina, o lugar en donde la mugre no se diferenciaba mucho de los paquetes de comida preparada, arrebato del frigorífico un pack de seis birras, que antes de llegar al garaje pasaron a ser cuatro. Directamente se llevó lo restos de una orgía de kebab que trajo Karím ayer junto a las chicas y una gran pieza de tate de su tierra. Hay quien en su pueblo hace matanza y trae chorizos para la familia; Karím ayuda en el suyo a labores de la cosecha, vamos, como aquí con las uvas y el vino pero allí es el kifi lo que madura por septiembre.


Ya sentado frente a la mujer atada e inconsciente, sacio su sed y calló los pitidos de sus mentones con el resto del pack, mirándola despectivamente, de arriba abajo, deseando ese pastel, pero eran los restos de kebab los que envueltos en sus babas, afloraban entre los dientes y las comisuras de los labios.


- Despierta, Noe – susurro dulcemente en la frente de la mujer, con respeto, con amor, con locura… - Despierta, cariño, ya estamos en casa.


Ella, con al cara ensangrentada y llena de lagrimas secas, se hizo la dormida. El temor dejo de bloquearla cuando se dio por perdida, y ahora se resignaba a morir.


Lo que no comprendía era la actitud tan afable con la que la hablaba… esta loco – pensaba paralizada.


- El no era bueno para ti – dándole por eliminado – os lo dije a ambos el día de vuestra boda, pero claro, os volvisteis a mofar de mis palabras. Os creíais que este pobre “drogas” no hablaba en serio – Balbuceaba mientras el cordero saciaba a dos manos los días en que no entraba ni pizca de alimento, salpicando de ascos las palabras de consuelo que intentaba agrupar. – Además, sabes que eres mía. Te enseñé a vivir, a tener motivos para caminar sin gomas en los brazos… pero claro, “El” siempre lo ha tenido todo. Pues sabes, ahora es mío. “El” tuvo mejor cabeza que yo desde el colegio, pero yo he tenido más… he tenido más… ¡cojones! – grito, manando de entre sus ascos, un ciclo de carcajadas que bien podrían representar a cuarenta ladrones vitoreando a su jefe, como alegoría triunfal sobre “El”, sobre “Ella”… sobre todos.


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Nuevas lágrimas surcando entre marcas de golpes. La conversación no la alentaba, no la animaba a pensar en una muerte rápida.


Cerró los ojos. No notó el paso del tiempo. No escuchó los jadeos de aquel animal en sus oídos. No apreció la delicada voz de ayuda que prorrumpía su alma al dejar al aire, entre jirones de ropa, su desnudez. No notó los desgarros previos al fin. No notó el golpe de gracia, y aún así notó un hilo de luz que apagaba su historia, que apagaba su vida.




Ilustración de inicio por:


Juan Carlos Cardesin


Blog :http://acuarelascardesin.blogspot.com
Galeria http://expogaleria.blogspot.com/



Muchas gracias, Juankar.




miércoles, 2 de junio de 2010

Llegando la tarde


Llegando la tarde, encuentro el momento de parar, de descansar mí que hacer. Es cuando se van muteando paulatinamente los recados, las risas y llantos, los alborotos y las prisas por todas las cotidianidades que establezco para hacerme con el día. Es cuando ya no me queda, cuando intento disfrutarle: el día. Es así como al final de la jornada, pisando con mis planes la próxima, agotado por dentro y por fuera, me examino.
Se que evalúo por debajo de lo normal, pero es que estamos hablando de uno mismo, y se sabe que sueles ser menos indulgente con tus propios actos. Una manera de estar siempre alerta y no relajarme en “hice lo que pude”. Y es que mis deberes son de máxima importancia. No puedo permitirme errar, y lo hago. No puedo permitirme ser parcial, e involuntariamente o quizás por ser defectuoso, humano, dejo sin mirar algunas de las esquinas de mi control, de mis dominios. Este aire que satura la asfixia de la lógica, en el instante que aparece para refrescarme y recordarme quien fui, inunda la caja de mi vida y su contenido, llevándome al engañoso y dulce pasado, cuando eran otros ojos los vigilantes y otras leyes, que todos en aquel redil, acatábamos conscientes de que nuestro pastor, a veces, nos dejaba empaparnos de este mismo aire de libertad, de improvisación y de alimento laico por el conocimiento. Ocurría que lo prohibido en boca de nuestro mentor sonase interesante y que únicamente conocíamos el peligro cuando este dejaba marca o aviso en las rodillas, en la lengua o en la mollera de más de una oveja.
El aire que yo dejo entrar a mi rebaño, susurra en mi alto claves para volver a recordar que fui ovejita perdida, inocente, de mente esponjosa, absorbente y luminosa. Esta corriente pausaba mi autocontrol y mi mecánica actitud, impuesta por el pulso de lo correcto y responsable, dándome el consuelo y convirtiéndose en Prozac para mi consciencia.
Es ahora, cuando la luz se va, llegando la tarde, acariciando mis pupilas con violetas y rojos rosados en el cielo, ese roce tangencial nos regala la belleza de un instante único y constante, cuando se quedan en la mesa, junto a un botellín y un liao, mis males y mis bienes.
Sinceramente, la mesa no es balanza estable y se suelen caer las penas por penas y los actos agradables por las mismas penas, entre la separación de las maderas, como el agua en las manos, quedando lo más gordo, lo más indigerible: el desconsuelo por no saber si lo realizado es completamente justo, para mí y por supuesto para mi rebaño.

Ya casi no hay diferencia entre los colores, llegando la tarde. Los pardos y grises se hacen con todo, con paso lento y seguro, invadiendo silenciosamente esta parte del mundo. Y sigo con la mirada perdida en la mesa, con las mismas cartas y en la misma partida, observando este congojo con dolor de trago, pues se sigue atravesando en mi garganta las palabras, el tono y las formas con las cuales le erigí. Esta presión que no se va entre las maderas de la mesa, que no cabe. –“No tenía que haberlo echo de esa manera”, “no he sido justo”-. El rebaño no funciona cuando me abrigo con prisas. No me dejan tratar a cada una de mis ovejitas a su misma altura racional. No es justo…
Con las lágrimas mojando mis juicios entro en el embudo del auxilio sordo, de las llamadas a mis pastores, a mis principios, en espera de una clave nueva, una pauta o contraseña para descubrir la razón, el porque de estos desconsuelos.
Es cuando recuerdo con más claridad a mis pastores, a sus tardes mermadas de luz y repletas de obligaciones. De sus rostros duros y serios a la par que desencajados y desesperados por terminar la jornada con prisa, pues como yo ahora, antes de que la luz avise al gallo, ya estaban ejecutando el programa de arranque para su redil.
Es curioso, como este encuentro en donde mi mirada no da con realidades, tropiezo con mis recuerdos. Me veo asomándome para localizar de donde provenían esos llantos y esos desconsuelos. Esos rezos y misericordias que manaban de un alma realizada y con costra, pero muy castigada. Desconsuelos por no saber qué ni cómo hacer que el día siguiente llegue a su fin de la manera más correcta. Escondido en mi culpa por que ese gesto o esa palabra que dije, esa actitud que a mi pastor le enloquecía a esas horas de la noche, le atormentaba y no le dejaba descansar. Pensaba con el mismo nudo que tengo hoy en la garganta y aún sin comprenderlo, que era por mi culpa. No soportaba que ese castigo fuese por mi despiste. Por mi no saber hacer, por mi inocencia, por mi condición de cría observadora, por mi egoísmo al disfrutar del aire que el mismo pastor nos regalaba. Ese mismo aire que yo, como guardián de mi redil, dejo pasar cada vez que puedo.

Abro los ojos de ver, pegados en los lagrimales, con dolor en mi espalda por la postura. Es demasiado tarde. Doy el último trago al botellín y me lleno de densidades y nieblas los pulmones. El congojo no esta en la mesa. Escurrió entre las maderas de la mesa, entre las tablas de mis recuerdos. Llegando la tarde, sólo me queda pensar en mañana.