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viernes, 26 de noviembre de 2010

EL blues del talento.



Se paró al lado de un verso,


tuve tiempo al beber


que me tragaba el tiempo:


una luz entre humo denso.



No hubo pulso.


No hubo silencio.



...y, ahí estaba yo


sentado junto al Sr. Tiempo,


pintamos un blues,


el blues del talento.



...y, decía algo así como


que no nos queda tiempo.

lunes, 18 de octubre de 2010

Martín - Habitación 415



Entre la consciencia y la incosnciencia.

Ayer me costó conciliar el sueño. No hacía nada más que mezclar la realidad con las pesadillas de siempre. Menos mal que Lourdes me preparó una tila, hicimos el amor intensamente y caí postrado a los pies de Morfeo.

La realidad.

Por fín vuelvo a notar las piernas sin temblores. El aliento retorna a su normalidad. Esos dolores del pecho, de rotura del alma (ahora lo llaman ansiedad residual) se fueron con los aires de principios de otoño.
Cojo fuerzas, creo que no tengo las vendas ni las cintas.
Aprovecharé que me están lavando pues noto que a mi cuerpo sólo le tapan las vergüenzas que los demás ven en mí.

Estoy en pelotas, en cueros, desnudo y desprotegido.

Cojo los ánimos que tiré tiempo atrás por los suelos y abro los ojos.
¡Joder, sigo sin ser yo! Donde cojones me habrán guardado, que estarán haciendo con mis pellejos... malditos humanos.

Oigo ruido en el pasillo pero esta vez les joderé yo. Les voy a destrozar este cuerpo que me obligan a vestir... a la mierda con ellos.

El drama o el alivio.

(Desde el pasillo)

- ¿Qué ha sido eso?
- ¿No me jodas que nos hemos ido a por un café y no le hemos vuelto a atar?
- ¡Corre que este cabrón nos da el lunes!

Entraron y vieron el cristal roto.

Mas abajo en la calle, justo en el lateral derecho de la entrada del sanatorio, yacía un cuerpo destrozado y plegado de forma imposible por la caída desde la cuarta planta, justo cuando entraba el autobus de los enfermos con permiso, para la adaptación después del tratamiento, de este pasado fín de semana... Todos gritaban, todos corrían. Los celadores, enfermeros y bedeles no daban con las prioridades.

Todo se dió la vuelta este lunes 18 de octubre de 2025 en este sanatorio de maxima eficacia recuperativa.

El escozor.

Martín, El interno que llevaba media vida encerrado por un shock al perderlo todo en la vida al enterarse que su empresa quebró, que su mujer se acostaba con su socio, que sus hijos, la chica y el chico, siguen sin perdonarle por dedicarse a trabajar para darles todos sus caprichos. Aquel que entró con el cuerpo lleno de cortes, gritando que le devolviesen su verdadero cuerpo, que ese no era el suyo. Aquel que se negó a abrir los ojos, a alimentarse por si mismo y que no habló en 15 años.

El consuelo.

Cuando le taparon después de certificar su muerte, seguía con los ojos cerrados, con lágrimas por la cara y sonriendo.

viernes, 4 de junio de 2010

Soberbia (los tiene todos)


Abro los ojos al oírle bajar las escaleras que tengo enfrente y noto que me duele todo, por dentro y por fuera.


…………………………………………………………………………..............................................


Las magulladuras y cortes, como carreteras comarcales en su torso. Bastas extensiones de capilares explosionados distorsionan su perfil inquisidor y poco afable, haciéndole brutal… aterrador.



El eco de su ayer funde sus razones con efluvios y aromas de resaca.


-¡Que se joda! No creo que estrene más trajes, ni gemelos, ni zapatitos de medio sueldo... Hilará más fino cuando se plante ante su Dios, tan arrogante y seductor.


Lo primero que alimentó no fue el buche. Los ojos estaban encendidos. La sangre, hirviendo aún, se hacia paso entre drogas y licores que su deforme cuerpo ya le costaba digerir.


- ¡Que se meta su dinero por el culo!, claro, cuando se le pase el asunto que le deje…No creo que vuelva a caminar recto en mucho tiempo… si es que le tenía que haber dejado allí, con su buena percha, con su elaborado currículum y su despampánate mansión.


Al incorporarse, entre rezos y blasfemias similares, dejando atrás, adormecidas, aletargadas o mas bien repletas de caballo, tres muchachas que no se si sumarian entre ellas los cincuenta, se agarró el rabo, restregándoselo orgulloso – “putas” - y colocando el “armamento” caminando hacia el retrete, en un ejercicio filosófico y terapéutico de reafirmación de sus actos. Mientras meaba se acordó que en una silla del garaje dejo atada a la mujer de su mejor amigo, al que ayer le quitó las ganas de seguir respirando.


No tenia prisa, – “donde coño va a ir” – dibujaba un amago de sonrisa este pensar, en su tez morena y poco agradecida, haciendo mas caso a su estomago que a su reo.


En la cocina, o lugar en donde la mugre no se diferenciaba mucho de los paquetes de comida preparada, arrebato del frigorífico un pack de seis birras, que antes de llegar al garaje pasaron a ser cuatro. Directamente se llevó lo restos de una orgía de kebab que trajo Karím ayer junto a las chicas y una gran pieza de tate de su tierra. Hay quien en su pueblo hace matanza y trae chorizos para la familia; Karím ayuda en el suyo a labores de la cosecha, vamos, como aquí con las uvas y el vino pero allí es el kifi lo que madura por septiembre.


Ya sentado frente a la mujer atada e inconsciente, sacio su sed y calló los pitidos de sus mentones con el resto del pack, mirándola despectivamente, de arriba abajo, deseando ese pastel, pero eran los restos de kebab los que envueltos en sus babas, afloraban entre los dientes y las comisuras de los labios.


- Despierta, Noe – susurro dulcemente en la frente de la mujer, con respeto, con amor, con locura… - Despierta, cariño, ya estamos en casa.


Ella, con al cara ensangrentada y llena de lagrimas secas, se hizo la dormida. El temor dejo de bloquearla cuando se dio por perdida, y ahora se resignaba a morir.


Lo que no comprendía era la actitud tan afable con la que la hablaba… esta loco – pensaba paralizada.


- El no era bueno para ti – dándole por eliminado – os lo dije a ambos el día de vuestra boda, pero claro, os volvisteis a mofar de mis palabras. Os creíais que este pobre “drogas” no hablaba en serio – Balbuceaba mientras el cordero saciaba a dos manos los días en que no entraba ni pizca de alimento, salpicando de ascos las palabras de consuelo que intentaba agrupar. – Además, sabes que eres mía. Te enseñé a vivir, a tener motivos para caminar sin gomas en los brazos… pero claro, “El” siempre lo ha tenido todo. Pues sabes, ahora es mío. “El” tuvo mejor cabeza que yo desde el colegio, pero yo he tenido más… he tenido más… ¡cojones! – grito, manando de entre sus ascos, un ciclo de carcajadas que bien podrían representar a cuarenta ladrones vitoreando a su jefe, como alegoría triunfal sobre “El”, sobre “Ella”… sobre todos.


………………………………………………………………………………


Nuevas lágrimas surcando entre marcas de golpes. La conversación no la alentaba, no la animaba a pensar en una muerte rápida.


Cerró los ojos. No notó el paso del tiempo. No escuchó los jadeos de aquel animal en sus oídos. No apreció la delicada voz de ayuda que prorrumpía su alma al dejar al aire, entre jirones de ropa, su desnudez. No notó los desgarros previos al fin. No notó el golpe de gracia, y aún así notó un hilo de luz que apagaba su historia, que apagaba su vida.




Ilustración de inicio por:


Juan Carlos Cardesin


Blog :http://acuarelascardesin.blogspot.com
Galeria http://expogaleria.blogspot.com/



Muchas gracias, Juankar.




martes, 27 de abril de 2010

Siete Palabras.


Yoye, gracias por estar y por darme ánimos constantes.




Antes de abrir los ojos a un nuevo haz de luz, antes de recolocar mi azotea, el instinto me dice que no caí a la cama con toda mi cordura, o por lo menos no fuimos a la par hacia los sueños. Las fotos que retengo son pocas y difusas. La sensación de que no recuerdo mucho, de que lo recuerdo borroso y empapado, ahogado, pienso al instante al notar las graves estocadas que hacen sangrar mis sienes con el paso de los autobuses en el exterior. Antes incluso de notar que no puedo controlar las palabras que se amontonan para formar preguntas, muchas preguntas, como otras veces, solo tengo una respuesta en mi mente: Después de todo, qué podía hacer ya.

Desde aquí, aún aturdido y descolocado por la sorpresa, no recuerdo bien todo lo ocurrido hace unas horas. El lugar de donde vengo, mejor dicho, la circunstancia que vestía mi vida, no dejaba de decirme verdades de esas que se escriben tan grandes, tan presentemente trazadas y remarcadas que no me quedaba espacio para poder ver nada más. Los días no encontraban su fin y mis notas solo eran ejercicios de espera, letras sueltas que jugaban a distraer el tiempo de mis noches, mientras llegara algo sólido, que al tallarlo no se desquebrajase en frases vacías o demasiado castigadas por su uso.
Ayer, estuve más preocupado en perder la conciencia que en retener conversaciones, nombres o caras. Los olores de la habitación donde encontré la solución a mis dudas, aplastaban los matices, difuminando la memoria de lo acontecido en casa de Pablo, - persona, que aprecio bastante, aunque sea el que llena la vida de la fuente que alimentó mis lápices, antes, y que es de los que se agregaron al grupo - donde el absurdo camuflaje de alcohol y otras especias narcotizantes se apartaron por un vendaval de frescura y mutuo instinto en esta vida. Todo era posible de nuevo, incluso salvar el Pensamiento.
Se descubrió el camino que siempre ideé para ir hacia el lugar deseado, hacia un final cierto y golpeado por el paso del tiempo, del aire, de la vida. Ahora veo que los compañeros de viaje, no los escoges, simplemente te acompañan… por fin entiendo.

Quizás fue una idea no tan descabellada el salir de casa al recibir el mensaje de: “quedamos en casa de Pablo. Te sorprenderás”.
Al principio no dude de que mi hermano pretendiera animarme. Mi hermano, Claudio, el que me conoce, el que no comparte sangre conmigo pero quizás sea lo único que no tenemos el uno del otro. El sabe mi situación. Nos hemos desnudado tantas veces el uno por el otro que no queda lugar de mi interior que él no vea, que él no sepa descifrar. La conexión es tal, que pensamos que hay un brazo que une nuestros movimientos. Un lugar donde dejamos nuestras dudas aposta, para luego ir desesperados a mirar, por si nos hemos dejado respuesta a nuestras continuas afirmaciones.

No tenía el precio calculado para mis pasos. De echo hacia meses que no daba un duro por mis palpitaciones. Muté mis ganas de reír y ansiedades por descubrir, en largas horas frente al ventanal, disfrutando, por así decirlo, de la ingravidez de mis sentimientos, la discontinuidad de mis ideas y la falta de ganas por seguir luchando contra mis naufragios emocionales.
Me dejé llevar por eternas lecturas y estudios sobre escritos básicos, de principios mayúsculos sobre los pensamientos humanos, dejando entrar en mi vida la luz mínima para poder ver dos párrafos en el libro que apoyo en la mesa, junto a mi vaso repleto de hielo y cualquier botella de graduación elevada.
Él, Claudio, conocía mi secreto descontento por la ridiculez de mis conclusiones, de que nunca llegaré a admitir que la totalidad de mis actos no deben desgastar mi idea original sobre el siguiente paso a dar. Él sabía de mi bloqueo existencial, de mi desgana por la vida y de mi falta de savia que me hiciese poner en marcha.

Pasé la tarde, y al cuarto traquetear de hielos sobre cristal, advirtiendo a la botella, ridículamente, la sed que tiene este vaso, pues le lleno y le lleno y nunca tiene bastante; enseguida entona su cantinela de: “estoy vacío de nuevo”, “tú sabrás si quieres volver a ser consciente”, me dio por volver a releer el mensaje. Parco comunicado para tan largo tiempo sin cruzar palabras ni miradas entre nosotros.

Las palabras formaban para mí, el último entretenimiento ilustrativo, el tesoro a conservar. Por tanto su uso no debe pasar por delante de mis ojos sin analizarlo constantemente. Tiempo atrás, me obligué a levantar lanzas contra quien no supiera dar lugar a tan majestuoso ejercicio, privilegio de nuestra especie en este mundo: colocar bien las palabras y encontrar el lugar exacto para estas manchitas, que desnudan nuestra alma.
Advertí entonces que la evidencia de suponer que me sorprendería al ir a casa de Pablo, no tenía mucho sentido, y más sabiendo como son esas reuniones. Siempre ocurre algo similar. Nos ponemos al día de nuestras ambiciones, fracasos, recuerdos y nostalgias. Aderezados de canapés ricos en estructuras antiguas, para paladares ya erosionados por el tiempo. Las botellas, caras, el hielo inagotable y las idas y venidas constantes al cenicero comunal, donde aún apoyamos los cilindros que abrieron nuestras mentes, culpables en cierta medida, la más justa posible, de que muchos amigos ya no se sienten junto a nosotros.
Pero esto no me parecía “sorprendente”.
A lo que se refiere la certeza de que esa sorpresa me tocase en la mente, tendría que ser algo que no entre en esa ensalada de impotencias y frustraciones aderezadas con charlas de libros leídos e historias recontadas hasta quedar desgastadas, sin saber cuanto cierto queda ya de esos momentos colectivos.
Esa seguridad, “te sorprenderás”, no está allí puesta para llenar la frase, de eso estoy seguro. Mi hermano ha sabido excitar mi inquietud con tan solo siete palabras.

Cuando abrieron la puerta, Pablo me abrazó efusivamente, como siempre, y después de saludarnos y de hacer sentir que nos respetamos, noté que esta reunión no sería como todas.
- Ven pasa, mira ellos son: Ernesto, Luis, Elvira, Lucas y Teresa, Compañeros de la editorial donde trabaja nuestra… ¡nueva Asesora Jefa! - presentando como en un show televisivo ,a la vez que la giraba sobre si misma, a su queridísima compañera Encarna, mi querida Encarna…
Reconozco que la noticia no sensibilizó mi efusividad al oírla, más bien me adapté como pude a la circunstancia. La duda del enigma, los nervios por buscar la justificación de mi posible sorpresa, y el no encontrar a primera vista a Claudio, bloquearon mis gestos.
Encarna, mi querida Encarna. Sabía que me alegré de corazón, cuando centré la mirada en sus ojos. Ventanas al mundo que describieron con palabras nuevas los detalles de mis sueños más viejos, las mismas que notaron, como esperándola, mi agitación por encontrar, por localizar mi presa, mi sorpresa.

Nos abrazamos.

- Cada vez usas camisas más grandes.- mascullé mientras nos dábamos dos besos, llenaba mi alma y notaba que la herida se abría.
- Si, esta vida no para de sorprenderme. –dijo, apartándome del resto sutilmente, comprobando que seguía poseyendo la facultad de amansar mis fieras. - ¿Y tú?, ¿como llevas tus trazos?
- Soportándome, y creo que es bastante.

Qué gratificante recuperar el aroma de Encarna. Conocedora de mis miradas y partícipe de mis conclusiones. Lo que pudo ser, por mi ceguera, y lo que es, gracias a su forma de abrirme los ojos. Capaz de hundirme por mi absurdo pensar de que su línea se ligaría con mis trazos el resto de mis días y capaz de darme las ganas de seguir adelante por la misma razón.
Y todo fue, quitando el nombramiento de Encarna en su editorial, como había calculado. La tarde transcurrió y mi hermano no apareció, lo que me preocupó y alimento mi ansiedad a la par que mi sed. Trasladé definitivamente mi cuartel desde la ventana a la mesita de las bebidas. No tenía sentido tanta distancia. Además la luz que entraba por mis ojos se limitaba casi a la distancia de un brazo.
- No creo que lo que estás esperando se encuentre al final de esa botella que tanto te cuesta soltar. – Oí, mientras que la botella que acababa de soltar sobre la mesita desaparecía rápidamente fuera del alcance de mi vista.
Giré mis sentidos para dar imagen a esa voz.
- La búsqueda, a veces, encuentra su sentido en el como la hagas. Un puzzle siempre es mas divertido hacerlo, que mirarlo después de resuelto.
- Siempre y cuando no hayas escondido la última pieza, lo cual te hace jugar con ventaja controlando su final.
Se bebió su copa de un trago y mientras empapaba de nuevo sus hielos, dejó escapar el principio de mi alivio.
- Él me hizo venir también a mí.
-¿Quién?, ¿a qué te refieres?
- Claudio.
- No entiendo… Teresa, ¿verdad? ... no se de que me hablas y no se por que nombras a mi hermano.
Será tanto humo aquí o el fluir de la sangre, que se turbia cada vez más envenenada. Se cayeron las piezas al suelo, se callaron mis preguntas. La intuición no dejaba de marcarme este camino. Toda mi búsqueda se diluyó, despertando alegremente un sin fin de respuestas.
- Me avisó, escuetamente, de que encontraría el equilibrio de mis pasos (esta conclusión tomaba cada vez más peso, analizando el mensaje y la situación) -dije empezando a disfrutar de la conversación.
Hablamos, lentamente, mientras mirábamos los vasos, como haciendo ver nuestra incomodidad del lugar, ligando a Claudio como al celestino culpable de la misma.
Noté que sus palabras eran las justas. Precisas y bien colocadas.
- ¿También te ha sacado de casa? – Pregunté, afirmando, pues ya era seguro que nuestro encuentro no era casual.
- Comentó algo sobre el alimento de mis miradas. – dijo mientras sus ojos caminaban entre el vaso y Encarna, como buscándola, como echándola de menos.
- ¿Pintas?
- Coloco luces y colores que veo mientras escucho o leo historias… diría yo. A veces, a la gente que me quiere le da por decir que son cuadros. Tú eres escritor, verdad. Encarna me ha hablado mucho de ti.
- Bueno… me gusta colocar las manchitas negras dando sentido a imágenes y luces que retengo de mis sueños. - ironicé usando sus formas -… ¿Encarna?
- Fuimos grandes amigas en la Facultad… Se puede decir que nos conocíamos en profundidad.

Me empecé a incorporar haciendo notar mi atención. La charla fue bastante más intima de lo que yo esperaba sobre Encarna, Claudio y el transcurso atropellado de su vida, desde los tiempos de la facultad hasta la tarde de hoy.
Ya, el alcohol, dejaba pasar el alineo de un cigarrito tras otro, alguno lleno de sueños. El diálogo se hacía tan denso como el humo que escapaba por sus labios.
Me hablaba de amor y desamor dando a esta sustantividad una descripción lineal y sincera. Eran palabras minúsculas pero rellenas al máximo de todo su sentido.
Ella también había amado a Encarna y a Claudio. Tanto o más que yo. Y esta entrega la dejó vacía… tanto o más que a mi. Que rellenaba sus huecos con largas tardes de vino y tempera… que no encontraba nada más que pintar pues ninguna historia la llegaba, como antes, cuando la mano y su pincel no conocían el desaliento de la frustración, cuando unas palabras con Claudio podían desnudarla sin sentir vergüenza, cuando una mirada de Encarna era capaz de colocar toda la oleada de pensamientos ilógicos que, también atormentaban su testa, tanto o más que a mí.
Echaba en falta lo entregado y lo recibido de aquella amistad. Tanto como yo lo hacia, de manera constante y enfermiza. Necesitábamos de ellos… les dimos todo nuestro interior nuestro frasco de esencia, que, aletargadamente hemos dejado escapar al pasar el aplastante juicio del tiempo, y no hemos sabido despejar de nuestro camino haciendo creer a nuestra cabeza que la utopía sería posible.

Recuerdo que nos fuimos juntos de la reunión y prometimos, cosa extraña en mí, volver a casa de Pablo y Encarna para retomar de una vez por todas, nuestra vida social.

Recuerdo poco del resto. Quizás matizar que no me pude separar de Teresa en toda la noche. Su conversación selectiva daba en el clavo constantemente... Alimentaba mi esperanza de haber encontrado el equilibrio de mis impulsos. Creo que distraje alguno de mis monstruos para alimentar a otros. Oía palabras que guardé entre los cabellos de Encarna, mientras la amaba locamente a la luz del amanecer, en el refugio de montaña, cuando el sexo era circunstancia del final de una gran noche de palabras y tinta.
Veía los gestos de Claudio cuando me regañaba, cuando me despedía de su casa después de entregarnos, maldiciendo tanta indecisión en mis palabras, tanta falta de sangre a la hora de afrontar el paso del tiempo, y como me hacia ver que no hay futuro sin presente, que el presente le tendría siempre ante mis ojos, dependiendo de mí el siguiente movimiento.
Leí en Teresa todos los textos que se fueron de mi mente, en las largas noches donde ahogaba mis voces engañándome, enturbiando los recuerdos, para poder sobrellevar mi supervivencia. Poco a poco descubrí que podía verme en el desden de Teresa, en sus conclusiones, en sus afirmaciones, en sus preguntas sin respuesta – lo que alimentaba mi avaricia descriptiva - en su simple desnudez que ahora reposa sobre mi cama y me hace escribir, sin poder coger aliento, sin poder dejar de mirarla.

“Después de todo, qué podía hacer ya.”

Cuando te desnudas, corres el peligro de no poder esconder mucho, de que lo que tapas, es imaginable, que puedes hacer llegar a conclusiones certeras a ojos que saben mirarte, a oídos que saben escucharte. Y lo aceptas. Y lo apruebas. Quizás por eso te desnudas, por que necesitas que tus secretos se desvelen. Así que no encuentro ninguna porción de traición sentimental de Claudio hacia mí, por llegar a manejar mi capacidad de aislamiento, convulsionando el estancamiento de mis impulsos con su plan de enlazar nuestras vidas. Nunca lo hablamos pero se que sabía. Sabía de mi miedo a la soledad, a la falta de capacidad por sentir. Sabía que mi persona no puede flotar, que todos mis pensamientos, pesados por constantes y absolutos, no dejan que siga esta corriente. Sabía que sin el apoyo de Encarna (después de tanto tiempo, conocía que el dolor sigue agarrado en mi pecho), y como adivino hoy, sin el suyo, Teresa me salvaría y que por ende la salvaría también a ella.

Puedo llegar a adivinar que las siete palabras de Claudio, cobijaban el veneno del conocimiento certero de mi alma y de la de Teresa.

Ahora cuando repaso estas líneas, observo la orgía de colores que se encuentran por la habitación, trazos en cuartillas, en revistas y en portadas de mis peores discos, y como tienen sentido todas las palabras de una pila de folios escritos que, ojeando a simple vista, parecen estar escritos con rapidez, como si se fuesen a escapar las ideas…

Entiendo que en una sola noche hemos sido capaces de descargar dos almas repletas, dos complejos sentimientos que estaban unidos, tiempo atrás, por las mismas personas que nos separaban.

Quizás mi sorpresa es que encontré parte de mi en Teresa, y que ella recuperó el alimento para sus cuadros en el verdadero amo de las palabras que escuchó de los labios de Encarna, mis palabras.

martes, 16 de junio de 2009

El plan de Nono


Otra vez, después de hacerlo, lo organiza todo tal y como estaba antes de empezar. Renueva, automáticamente, lo irrecuperable para un siguiente pase, y limpia lo útil pensando aún en su último cliente. No recogió los restos. Todavía hay personas que tienen alma, y lloran, pero este último no. Solo entró a la sala, me ayudo a colocar a su acompañante en la mesa,- no miré ni su cara ni comprobé su pulso… da igual.- colocó el dinero donde siempre, bajo la geoda de amatistas, y esperó a que terminase. La neverita tipo camping salió llena. El resto, ya no tiene forma…quizá cierta mueca de felicidad en un rostro vacío… directamente al bidón de ácido suministrado gentilmente por la Sociedad de Recuperaciones Orgánicas.
Por eso recupera todos los vicios del siglo XX, que destrozaban el cuerpo… y la mente.
- Los rateros orgánicos, conmigo, no se van a llenar las arcas.- Desde que acabaron con los estudios de regeneración celular, bueno, desde que esta nueva raza teológicamente perfecta, instauró este régimen global, reutilizando los organismos vivos de toda la comunidad científica – Hitler, esa leyenda negra, fue manso comparado con estos artesanos del sufrimiento – nadie pone en duda la palabra de su Dios, y afloraron los traficantes de vida.

Entre las ropas del último cuerpo cae un papel plegado en varias veces, un poco usado, un poco viejo. Lo vio por casualidad marcando insistentemente el compás con el cuello, arriba - abajo, de una canción de Jethro TullBungle in the jungle. Bajó el volumen de su receptor ilegal de galeno, cazador de emisiones perdidas en el espacio, aparco su cigarrillo de humo denso y prestó toda su atención al texto, que parecía una carta de despedida:

Por y para ti:

Se que pronto estaremos juntos, sin quererlo esta peste que nos conduce me está dando la clave.
El pulso de una vida, de mi vida, es parte de lo que hemos visto y lo que imaginamos de los demás. La Fe, como nos vendieron anteriormente y que ahora nos obligan a beber a diario, no es más que la afirmación constante de los pilares de cada uno de nuestros pensamientos, ideas, sueños y pasos por y para esta vida.
Los chamanes que aún viven me recomiendan abrirme, entregarme como única solución y sacar al sol todo mi ser, incluso lo que no se pudrirá al aire, y que sea generoso con el destino, pues el capricho del tiempo es juguetón, demostrándome que es viable otro camino para llegar a ti.
Tu enfermedad no deja que la luz entre por dentro de ti y tu clase no deja que mis palabras rieguen el jardín de tus sueños. Llevo tiempo girando mi mente a razón de este pensamiento y lo tengo todo bien ligado, pronto estaré contigo.
Me he incluido en las listas de Ofrendas para la Regeneración Orgánica a la hora de la posibilidad de elegir la vía de Resurrección o Exclusión Final, impuesta en el último control de . Cuando esta carta llegue a ti, mis pulmones respirarán el aire para el hijo de tu señor y caudillo de este mundo, salvará la vida del que terminará con el trabajo de este dictador. El corazón latirá en el pecho de la amante de tu guardián, con la intención de dar alma a la persona que tiene que postrarse ante tal animal todas las noches e intente domarle. Mis riñones, bueno, el que me queda, pues tuve que sacar dinero para este contrato, irá a parar al cuerpo del hijo que nunca quisiste, pues tendrá que levantar todo lo que esta por los suelos, educa a tu sangre y no pienses en las mitades o en las partes de las personas. Mis cuerdas vocales son para tu enfermera de cama, ya te contará todo lo que la he dicho durante tantos años a través de los muros de tu propiedad, y mis ojos, con todos sus recuerdos, son los tuyos, los que ahora me leen y que te entregaran todos mis secretos.
Por ultimo, mi hígado lo repartirán entre dos de las hijas del recadero de este encargo, justo precio para este peligroso reto.

Ahora mas seguro que nunca, siempre tuyo.

Nono.

El pobre diablo, trago el humo de nuevo, aderezado con un dolor de estomago al darse cuenta de este sacrificio, y de que su ultimo trabajo quedo incompleto. El recadero no cumplió su parte del trato. Se sentía parte de esa culpa.

Pasó el tiempo, y seguía con su ingrata labor de Resurrección Final en ese cuarto que cada vez le parecía más pequeño, más oscuro y más podrido, cuando entró una mujer de la otra clase. Simplemente comparable con un pulso de luz en esa sala lúgubre. En su saco el cuerpo de un hombre, en sus labios una pregunta:

- Donde están las palabras que este ser no me dio, y que en mi cama me cantan cuentos sobre su existencia y que a estos pobres ojos le pertenecen?

Con un temblor raro en el, aún deslumbrado, con la mente abierta a su alma, giró sin perderla de vista, tomo la amatista y entre uno de sus recovecos saco el texto mil veces plegado, mil veces leído, muy usado, muy viejo… y se lo entregó.:

- Este mensaje ha sido razón de vida para este humilde servidor, haciendo que volviera a soñar, pensando en tantos secretos, inventando cuentos que se quedaron sin ser escritos, transformando mi vida, apartando el miedo y recuperando el respeto por los cuerpos que aquí deshago. Este mensaje, mi señora, ha insertado en mí el poder de amar entre tanto escombro, el poder de mirar esta mesa ensangrentada y ver la vida tal y como el cuerpo que tengo bajo mis manos soñó alguna vez tener para si. El poder de transformar la tinta de estas palabras en sangre para mis retos, para mis ilusiones. El poder de no estar solo entre la multitud desesperada que abraza esta Fe como única forma de vida.
Este mar de pliegues, liado y desliado a diario, renace en este apartado oscuro del mundo las ganas de libertad, haciendo míos todos los renglones que el autor no pudo crear para usted, albergando la esperanza de que alguna vez pudiese entregar el gran tesoro que contienen estas líneas, y poder satisfacer la curiosidad de saber quién fue su autor.

Con el texto en sus manos, prietas, seguras de mantener entre sus palmas el mayor de los tesoros contesto:
- Ciertos han sido los cantares de mis noches, que anunciaron todo este enjambre de sensaciones, pues ese texto embrujado y rebosante de gracia, al ser poseedor de él por este tiempo y siendo como anuncias, guía y pauta de tus pasos, fue capaz de descubrir en tu persona la destreza de descifrar todos sus mensajes, todas sus intenciones, toda su verdad. Pensó, Nono, mi amor, su autor, que así conseguiría renacer en mí, pues sus palabras iban a ser mías. Ahora eres tú el sabedor de sus formas, de sus trazos en la vida de su siguiente paso. El hechizo funcionó pero el error del recadero, dio cuerpo a su alma en tu persona, desanimada por la vida que te ha tocado. Y tras las palabras que me has regalado compruebo con sus propios ojos y admito que Nono eres tú.

lunes, 30 de marzo de 2009

Nacido Pensamiento


Érase una vez... la historia de un Pensamiento, que de mayor quería llegar a ser Idea.
Formar parte del ciclo de una vida plena, en mente, al ser posible, inquieta, y junto con otros como el, sentirse dentro de un buen Razonamiento.
Al ser etéreo y sin forma le preocupaban cosas diferentes que a los humanos. Cosas como los Momentos, Situaciones, Expresiones y Sensaciones. Sobre todo estas ultimas y el como unirse a ellas, para que su formación y estabilidad fuesen reales, con su consecuencia lógica en un cuerpo. Un escalofrío en la columna vertebral de Su persona era para él su gran meta.
Sencillo y discreto fue madurando en la parte más escondida de su mundo, conociendo millones de pensamientos, que a veces comprendía y otras sentía miedo por lo que otros muchos le susurraban al oído. Las comparaciones son malas varas de medir cuando se trata de simples impulsos eléctricos.
Así pasó el tiempo hasta que oyó hablar de una forma de ver las cosas, elegante, efusiva y excitante. La Satisfacción le habló hace tiempo de "Ella", y le resultaba parecida a los Sueños; de ellos forma parte al fin y al cabo. Se notaba raro. Empezó a tomar decisiones contradictorias y a veces no muy acordes con su carácter estable. Preguntaba a la Tranquilidad sobre "Ella", y ella le decía - con "Ella" todo cambia de colores e incluso los aromas se vuelven más intensos.- La Serenidad y la Paz le comentaron que es una sensación diferente, muy agradable pero que tenía un secreto, el cual si no se comprende, no se puede disfrutar de "Ella". Todo perdía su sentido cuando notaba su presencia. El torbellino de emociones era tal, que parecía que el cuerpo donde residía se daba la vuelta, dejando al aire todo lo que no se ve, descubriendo el hogar de dicha Dama, el corazón. Sitio bastante lejano para un pensamiento simple como él.
El día que se juntó con el Valor, le pidió un poco de su sabia, ansiaba conocer el secreto que se guardaba en el pecho. Con la armadura que su amigo Coraje le proporcionó y dejando la Vergüenza en su sitio, se encaminó hacia "Ella", y antes de saber quién era la preguntó la clave de su esencia. Le hizo ver que sin otro ser físico no se encuentra entera. Es como la luna, que en cada fase es bonita y misteriosa, pero que es la luna llena la que mueve todos los mundos de esta tierra. -Esa magia, - le dijo - es posible con la Satisfacción completa.- y le explicó que dependía de otro estado del alma, como ella, que habita en el pecho de otro ser.
Nuestro simple pensamiento, ante tanta hermosura, no pudo resistirse más a los encantos fugaces de la magia que describían sus palabras. Le dio su vida a cambio de nada; se dejó a su merced. Y solo de esta manera, tras comprenderse hasta unirse a ella como si fuese su propia piel, supo que "Ella" era la Felicidad.